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Klaus Steinmetz, Crítico de Arte, escribe:

RODNEY ZELENKA


Entender que en el subconsciente de la especie humana se preservan residuos de un miedo primario (el miedo a no poder organizar su supervivencia, a no poder descifrar el patrón del universo y actuar en concordancia, a el caos, al que opuso un mundo ideal o al menos idealizado, el cosmos), que lleva a la especie humana a estar en esfuerzo permanente por administrar lo que lo rodea, aún en contra de la emoción interior que reprime, es comprender buena parte de la dualidad que perfila al hombre contemporáneo.


Zelenka siente la necesidad de descubrir la estructura oculta del universo. Como muchos otros a lo largo de la historia, como por ejemplo Van Doesburg y el suprematismo la obra de Zelenka da testimonio de ese mismo afán ordenatorio, de la fé en que una estructura primigenia es la que posibilita la restante voluptuosidad. Así organiza los fondos de su obra. Para anunciarlo en los términos del frenesí teórico-cientificista contemporáneo; se deconstruye el universo. Puede dar la impresión de que miramos al interior del espacio.


Pero el artista panameño no se queda allí, no nos entrega esa sublime pieza abstracta, ni tolera hacer tantas concesiones al enigma. Su otra mitad, paradójicamente su mitad civilizada, se levanta contra el carácter demasiado poético e indescifrable en que, como una traición, derivó su universo organizado. La estructura supuesta del mundo es difícil de leer.

Los que defienden que fue la abstracción la primera manifestación plástica del hombre, ven en ce angustia ante la ambivalencia, el origen de lo figurativo. Si el mundo que nos rodea es impredecible, al menos que sea identificable.


Rodney Zelenka se cambia el traje, se transmuta.


En el acto segundo de su representación topamos con un pintor de figuras de tendencia realista. Como recor tados sobre el fondo irrumpen, brotados repentinamente de una dimensión distinta, personajes de una simpleza no tunda, ingenua casi todos los logros de la geometría se metamorfosean en escenografía impresionante, que hace de soporte de la anécdota que ahora se cuenta en primer plano La abstracción desaparece por completo al trocarse comentario lumínico del relato. O tal vez se trate de dos obras, superpuestas por la intención maquiavélica de su creador.


La angustia primigenia fue cambiada por la dosis necesaria de sensibilidad para entender las leyes ineludibles de la convivencia. El artista se torna no observador sino protagonista pasivo de un mundo que se reproduce permanentemente. No conoce el tiempo individual sino el universal. Todo ha recuperado su ancestral lógica. El hombre y el universo se han reconciliado al fin.


Klaus Steinmetz

Crítico de Arte




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